Esta tarde hice torrijas. Para mí las torrijas no son un dulce de Semana Santa, sino de Año Nuevo. Cuando era pequeña, en casa de mis padres, mi madre las hacía el día uno de enero para desayunar. Las asocio con las mañanas en las que dormía hasta muy tarde, con las vacaciones y las celebraciones de Navidad, con cosas que me gustaban mucho en esa época. Estos días he oído hablar tanto de ellas que me entraron muchas ganas de comerlas y rememorar sabores y emociones agradables. Yo me comí unas pocas y las demás se las di a mi madre. Ella ya no se acuerda de que las hacía en Año Nuevo.
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