¡Me encantan las transformaciones! No es sólo actualizar y rejuvenecer algo, es hacerlo otra cosa. Disfruto con todo el proceso: buscar algo viejo y con poco valor, pensar, antes de comprarlo, cómo podrá quedar, si realmente me servirá. Planificar la transformación. Adaptarlo a la habitación en la que va a ir (a veces ese objeto determina el resto de la habitación). Y, finalmente, disfrutar del resultado.
Es lo que sucedió con este sillón. Lo transformé hace un par de años (lo siento, no tengo fotos del antes). Lo compré en una tienda de segunda mano. Allí formaba parte de un tresillo, aunque vendían cada uno por separado. Era el típico tresillo de pino color miel, pero me gustaron dos detalles que no me parecieron habituales: la rejilla en los brazos y la forma de las patas delanteras. El respaldo y el asiento son dos cojines que estaban forrados de una tela gruesa con flores verdes muy desgastada.
Lo lijé. Lo pinté en color plata y retapicé los cojines. Les hice unas fundas que quedaron muy ajustadas y les puse cremalleras para poder lavarlas. Y con esto organicé un pequeño (muy pequeño) rincón de lectura. Este fue el resultado.
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