Las flores de la Victoria

Hoy llego tarde. Lo sé. Esta mañana no sabía qué flores poner. En casa todavía tengo los ramos de las dos semanas anteriores. Y se me ocurrió que podría darme una vuelta por el barrio para ver si encontraba flores. Tengo el privilegio de vivir en una ciudad que está llena de flores y de verde todo el año. Y como no sabía hacia donde dirigirme me fui hacia el supermercado. Por el camino encontré flores pero he descubierto que me da mucha vergüenza sacar fotos en mi ciudad. Cuando voy de viaje me cuelgo la cámara y me la descuelgo cuando llego a la isla, pero me resultaba extraño sacar fotos de cosas que veía todos los días, en calles por las que llevo pasando desde hace un montón de años. Además, pensaba, alguien puede creer que fotografío sus casas (muchas flores estaban en los jardines de los vecinos) y eso me gustaba todavía menos. Saqué algunas que luego no me gustaron mucho.

Llegué al supermercado y pasé de largo porque, un poco más arriba, vi unos edificios que tenían unos parterres muy bonitos. Y descubrí éste con suculentas y cactus. (Por cierto, a mis amigas argentinas les están floreciendo todos los cactus y Mónica de Sol y luna me ha dedicado uno, lo que me pone muy alegre).

En este punto ya me estaba empezando a desinhibir y me veía con pinta de despistada, hablando en inglés y con sandalias y calcetines blancos y en ese momento recordé que sólo tenía que cruzar la calle para llegar a uno de los lugares más hermosos de la ciudad. ¡Y lo había olvidado! Me refiero al barrio de La Victoria. Este barrio se construyó en la posguerra civil española con el fin de dar viviendas sociales a las personas más necesitadas. Son grupos de edificios de cuatro plantas que se organizan formando rectángulos lo que deja un espacio en el interior al que le han dado uso como zona verde (y de otros muchos colores preciosos). Entrar en una de estas manzanas de vecinos es como entrar en un remanso de paz y de verde a cuatro pasos de la calle principal que tiene bastante tráfico y bullicio de gente. Además de esa zona central, cada edificio está rodeado de parterres. El que sigue es un ejemplo que está justo en la esquina de una de las entradas.

Y este ya es el interior

Lo que me sorprende de estos jardines es como han integrado un montón de objetos en el diseño del espacio: porrones, carretas, macetas de todo tipo, hasta las papeleras son unas preciosas cestas con un cubito dentro (se ve una en la última foto). Todo está muy cuidado, cualquiera podría estropearlo o llevárselo, pero ahí está y lo respetan (supongo). En el patio de la fuente, me imaginé viviendo en uno de esos pisos y oyendo el sonido del agua. Y todo esto lo disfruta gente humilde. Pocos jardines de casas opulentas he visto tan bonitos y cuidados con tanto gusto. Será que he visto pocos.

¡Feliz fin de semana con flores!